Visita de María Rosa Lojo

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El pasado jueves 29 de noviembre los alumnos de cuarto año del nivel secundario recibieron la visita de María Rosa Lojo, reconocida autora argentina, cuya novela La pasión de los nómades (1994) fue leída y analizada en las clases de Lengua y literatura. Lojo se ha destacado en el campo de la ficción histórica; además de la citada obra, ha publicado La princesa federal (1998), Una mujer de fin de siglo (1999), Las libres del Sur (2004), Finisterre (2005), Árbol de familia (2010) y Todos éramos hijos (2014), así como los libros de cuento Historias ocultas en la Recoleta (2000), Amores insólitos de nuestra historia (2001), Cuerpos resplandecientes (2007) y O Libro das Seniguais e do único Senigual (2010), entre otros títulos.

Durante el encuentro, la escritora conversó con el profesor Mauro E. Alfonso sobre el proceso de composición de la novela, el papel de los intertextos con los que su obra dialoga (Una excursión a los indios ranqueles de Lucio V. Mansilla y Merlín e familia de Álvaro Cunqueiro) y el viaje que emprendió junto a su familia, hace tres décadas, intentando repetir el itinerario de la campaña a las antiguas tierras ranquelinas. Mostró fotos y documentos de esta tournée, regadas por anécdotas llenas de interés. Para finalizar, los alumnos proyectaron cinco cortometrajes documentales que elaboraron como parte del trabajo de análisis y que fueron generosamente elogiados por la autora.

Hija de un gallego republicano que decidió exiliarse en la Argentina tras la Guerra Civil, María Rosa Lojo nunca perdió la doble identidad que define a los hijos de la emigración y esa duplicidad cultural se ha convertido en intrincada riqueza en su obra.

En su último poemario, Esperan la mañana verde (1998), dedicó estos versos a la tierra de sus antepasados:

Sempre en Galizia

La montaña es un cambio en la respiración. Las botas comienzan a resbalar por la tela de musgos radiantes con que el monte se cubre, y el aire se enriquece con el olor de las raíces expuestas a la humedad perenne y al silencio.

Más arriba cae el torrente de aguas de lluvia que se ve desde las ventanas del valle y en la corteza del invierno el bosque oculta tus memorias de antes de nacer. Una muchacha se sentaba allí para mirar el mar con sueños tercos. Tenía las ropas negras y las trenzas rojas y gritaba al futuro para que la escucharas. El grito era una canción que podía curar o levantar las almas de sus mezquinos territorios en camposantos remotos y extranjeros.

Cuando la canción concluía, ella te ordenaba en voz baja: Me traerás mi rizo guardado en un relicario. Me traerás el corazón de tu padre en un papel de Biblia, aplanado y tranquilo como las hojas secas. Me traerás el rosario de tu comunión para que sus cuentas iluminen mi oscuridad y reflejen las caras de otro tiempo. Me traerás la tierra de la llanura para que mis huesos aprendan a bailar en el revés del mundo.

Me traerás tu deseo.

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