Fernando Amarello De Castro
MIRADA HACIA EL PORVENIR
En los primeros tiempos de la emigración gallega a América, la solidaridad de los gallegos emigrados se reflejó en las organizaciones mutualistas, que ayudaron mucho a lo largo de tantos años a quien necesitaba apoyos y atenciones asistenciales, bien por las situaciones familiares o por las coyunturas económicas bien por los quebrantos de salud. Formas de ayuda y de fraternidad surgidos y asentados en el origen común, propiciaron ese afloramiento de instituciones sanitarias y benéficas propias, que alcanzaron niveles de alto prestigio y que, aún hoy, renovadas en instalaciones y medios, dotadas de las tecnologías actuales, prestan destacados servicios a nuestras comunidades y a la sociedad en general.
No hace tanto tiempo que, atentos a la inevitable evolución social y a los cambios de población, personalidades y dirigentes de comunidades y de centros, con mucha sensibilidad hacia el futuro, plantearon el interés por lograr la construcción de un centro de enseñanza que, ajustado a la regulación oficial de los estudios, pudiera acoger a los jóvenes descendientes de los gallegos para que siguieran en él la enseñanza precisa en su formación, de conformidad con los grados y ciclos educativos establecidos y vigentes.
Ahora, cuando empieza el primer ciclo en el Instituto Santiago Apóstol y ya es realidad el proyecto tan soñado como deseado, me siento en la obligación, siempre alegre y gozosa, de evocar cada uno de los esfuerzos que cada uno de nuestros antepasados han hecho en favor del mantenimiento de una identidad y de la relación entre nuestras gentes emigradas, siempre sin menoscabo de una adaptabilidad positiva hacia la generalidad social y sintiendo habitual y permanentemente la responsabilidad y el deber de engrandecer a la nación que los acogió y de la que son, por si mismos y por sus descendencias, por los fuertes vínculos humanos, ciudadanos eficaces.
El hecho de esta obra y el mismo comienzo de su funcionamiento sugiere la destacable novedad de mirar hacia el porvenir. Varias y buenas son las razones para esa estima. Una y no pequeña, es que supone un servir a la juventud en el campo más importante para ella, el de la formación. Otra, también sobresaliente, la tangible prueba de que ese instituto permanecerá como señal indeleble de una solidaridad proyectada hacia el mañana por parte de los gallegos. Y quizá, aún convenga subrayar la calidad de ejemplo a seguir por otras numerosas y activas comunidades de gallegos en el exterior.
Yo quiero enviarles un mensaje a todos los chicos que en la aulas del nuevo centro empezarán y seguirán los estudios. Se trata de un pensamiento tan simple como sincero: que recuerden siempre lo que hicieron por ellos y para ellos muchas mujeres y muchos hombres gallegos de sus mismas estirpes y familias o no, que supieron y quisieron luchar para proporcionarles mejores medios para un desarrollo personal y profesional, para que tuvieran muchas más oportunidades de las que muchos tuvieron y, sin escatimar sacrificios, para que supieran alcanzar una mayor cultura y ser gente de bien.
La puesta en marcha del centro constituye un honor para los gallegos de Buenos Aires, nacidos en Galicia o nacidos en esa capital de la querida Argentina, pero es también causa de vanagloria para todos los gallegos emigrados y para la misma Galicia. Complacencia para todos nosotros, los que compartimos un mismo sentir y sin alejar a nadie de nuestras inquietudes por el bienestar y por el buen hacer de los gallegos, cualquiera que sea el lugar en el que se encuentren, dando testimonio de una galleguidad abierta y universal.
FERNANDO AMARELLO DE CASTRO
Secretario General para las Relaciones con
las Comunidades Gallegas de la Xunta de Galicia