Dario Lamazares Pena
EL COLEGIO SANTIAGO APÓSTOL Y EL ORGULLO DE SER GALLEGO
Salí de Galicia a los 14 años, desde Ant as de Ulla, teniendo como única defensa mis manos para el trabajo, la honestidad que aprendí de mi familia y una tarjeta de presentación que aún me acompaña: mi orgullo de gallego.
Llegado al país, me asocié a la Sociedad de Antas de Ulla y Monterroso, donde comencé a trabajar con todas mis fuerzas por la integración de todas las sociedades que existían de la provincia de Lugo, en una sola entidad, lo cual se logró con el correr del tiempo, formándose el Centro Lucense.
Cumplido ese primer objetivo, la lucha continuó en la ilusión de unir a la Colectividad Gallega, lo cual atrajo la voluntad de los dirigentes de los cuatro centros provinciales (Coruñés, Pontevedrés, Orensano y al cual yo pertenecía) y, finalmente después de muchas peripecias, se constituyó el Centro Galicia de Buenos Aires.
Hoy, frente al Colegio “Santiago Apóstol”, las instalaciones que están a la vista no son milagro del cielo, ni la obra de un filántropo, sino el fruto sagrado del esfuerzo, la perseverancia y la capacidad de nuestro auténtico pueblo, resultado de la emigración y del orgullo de ser gallegos.
Pienso que este es el homenaje a toda esa gente, que trabajó y dio todo sin pedir nada a cambio. Son aquellos héroes anónimos que se acercaban a colaborar dentro de las entidades en la emigración, que quizás no podían comprar el terreno para construir su casa, pero que sí aportaban unos pesos para adquirir los ladrillos de un segundo hogar, como el Recreo “Pazo Galego”, el “Noso Lar” o el Campo “Galicia”.
Aunque debo reconocer que este país les abrió las puertas generosamente y pienso lo hemos defraudado. Cada uno de nosotros gallegos tuvo al llegar a otro paisano que le esperaba, con ese sentido de solidaridad que se traía de la parroquia de origen, conformando un auténtico mutualismo heredado de la tierra que nos vio crecer.
El Colegio será quien irradiará la lama de galleguidad permanente y a todo el mundo. Por eso la Fundación que rige este Instituto Educativo ha sido integrada por las autoridades de la Xunta de Galicia, a cuyo frente está la figura de su Presidente, D. Manuel Fraga Iribarne, verdadero ejemplo de emigrante, quien es mejor ha entendido este pensamiento y que además es su mejor ejecutor, al ser también emigrante a Cuba, junto a sus padres. Otras autoridades de la Xunta pusieron su apoyo incondicional y no podemos hacer nombres sin caer en la injusticia.
Fundación “Galicia-América” está integrada por el Centro Galicia de Buenos Aires, que constituye la suma de todos los esfuerzos de sus socios y autoridades, identificados con el Estatuto de esta Fundación que, en sus primeros artículos, expresa con claridad la creación del Colegio que, por otra parte, fue un ideal desde el primer emigrante que llegó a este país y, con el correr de las décadas, se acrecentó la necesidad de su realización. La ejecución de este proyecto contó con la providencial presencia del Presidente D. Manuel Fraga, que no sólo lee y escribe varios idiomas, sino que elabora, siente, actúa y gobierna pensando en sus paisanos, estén donde estén.
Así nació una nueva entidad, que no es ni será una entidad más en el contexto de la Comunidad Gallega. Esta Fundación quiere ofrecer un sincero reconocimiento a todos y cada uno de esos seres anónimos, que como dije antes vinieron a dar, no a pedir; emigrantes que no vinieron “a hacerse la América” sino que contribuyeron a este país y fundaron Galicia en América.
El Instituto “Santiago Apóstol” no es un Colegio para gallegos ya que, gracias a Dios, la emigración ha finalizado décadas atrás. Es un Colegio hecho por gallegos para ofrecer a este gran país que tanto le debemos y, de alguna manera, retribuirle su generosidad, teniendo en cuenta que la Argentina abrió las puertas de sus escuelas y universidades sin limitaciones ni prejuicios de raza o nacionalidad. Es un espacio educativo abierto a todas las personas de buena voluntad que deseen abrevar en libertad en esta fuente, donde confluyen los más puros valores de Argentina y Galicia, para preparar cultural y técnicamente a nuestros descendientes y así enfrentar con mayor posibilidad el mundo en que vivimos.
Vaya también nuestro recuerdo, por medio de esta obra, para las autoridades argentinas que durante todo este tiempo nos abrieron las puertas y nos apoyaron en todas las gestiones; fueron nuestros mejores aliados. Para el resto de la colectividad del mismo origen o de comunidades vecinas, todas contribuyeron a consolidar esta labor. En especial a todos quienes conforman el Centro Galicia, porque ellos son los herederos de esta hazaña y los legatarios de las generaciones que vendrán, del fruto de este esfuerzo monumental que será el Colegio Argentino-Gallego “Santiago Apóstol”.
Pero, quede el agradecimiento permanentes a esos seres anónimos, que desde lo alto nos estarán bendiciendo y para sus familias que los representan. Ellos dieron su vida en defensa de nuestra personalidad como cultura diferenciada y ni siquiera reclamaron la gloria del recuerdo.
Esos coterráneos, verdaderos apóstoles de nuestra galleguidad, serán entronizados en ese altar mayor de la cultura, ante la cual, nos inclinaremos humildemente y pondré las flores de mi sentimiento al pie del mismo y los regaré eternamente con lágrimas de gratitud, desde lo profundo de mi corazón.
DARIO LAMAZARES PENA